Columna del Padres Poetas
Padre Poeta Encuentros
Parte I
Hoy voy a contarles, mis amigos, un encuentro que tuve hace algún tiempo, no tan lejos, con dos amigos ingleses. Estaba de paso por la tierra de Dickens…
Inglaterra: invierno de 1816
Llueve afuera. Londres está más oscura de lo que suele estar.
Camino por las calles mojadas y veo pocos carruajes circulando. Pocos se atrevieron a salir bajo esa tormenta. No tengo mucho qué mirar. Mis ojos no ven más que 5 metros adelante en la calle.
Tomo uno de los pocos carruajes que circulan. El conductor parece refunfuñar cuando entro empapado.
Sigo a Hampstead Heath. Le dejo claro que quiero bajarme en frente a Spaniard’s Inn (o el Pub de los Españoles; no me pregunten el porqué). Paro. Entro. La puerta hace ruido como si yo estuviera a punto de derrumbarla. La charla en la taberna se interrumpe por un momento. Me miran. Observan mi figura. Camino hacia la última mesa donde dos hombres están sentados taciturnos al calor de una mesa alumbrada a velas. Me detengo ante ellos. El hombre mayor abre una sonrisa y golpea al otro.
Byron: ¡Qué has venido!
Padre Poeta: Por supuesto. No dejaría de venir por amigos por nada.
Keats: ¿Por qué has tardado tanto? Ya hemos tomado más de lo que deberíamos sin usted (Keats, siempre introvertido).
Padre Poeta: ¡Vaya, Keats! No exageres. Tenemos tiempo de sobra. A fin de cuentas somos inmortales.
Risas generalizadas.
Keats:
Se fueron las tres y yo sólo quería alas todavía
¡Locura! ¿Qué es el amor? ¿Quién sabe dónde él vive?
En cuanto a la ambición – es despreciable, porque advenida
De un Corazón pequeño, la fiebre de una hora;
¡La poesía! – No dona una sola alegría, –
Al menos a mí, – de día sumergida en sus Cismas; a la noche, en el opio de su tedio inmenso;
Pudiera yo tener un tiempo libre de agonía,
Sin conocer jamás la mutación de las lunas
¡Y tampoco oír jamás la voz penosa del buen sentido!
(Keats ‘’Oda sobre la Indolencia’’)
Padre Poeta: Bueno, muy Bueno. Pero, ¿y en cuanto a usted, Byron?
Byron: Hum...
El mundo no amé, y tampoco él a mí –
Buenos enemigos, vamos sin rencor
No las encontré, pero creo que hay, en fin,
Palabras que son cosas; vi el color
De la esperanza y llegué incluso a suponer
Virtudes sin perjurio o falsedad;
En los llantos de los demás vislumbro dolor
En dos o tres, y pienso, de verdad,
Que el bien puede existir, y así la felicidad.
(Byron ‘’Child Harold ‘’Extractos)
Aplausos.
Keats: ¿Y usted, poeta? ¿No nos brinda nada?
Padre Poeta: Claro que sí. Pido humildemente para crear entre poetas tan eminentes (sonrío).
Risas.
Padre Poeta:
Amistad es lo que me resta, pues el resto se fue;
Sentimiento tan sereno, en el ágora de mi vida
La sangre que escurre por mis venas,
Tiene gusto de lágrima
Se fue el amor, se dejó llevar
¡Que se abra el libro de la vida!
¡Que pasen las páginas!
(Padre Poeta ‘’Encuentros”)
Fin de la Parte I
El Spaniard’s Inn, en Londres. Sí, mis amigos, ¡él existe!
Parte II
Aplausos. Aplausos de poetas eminentes, pero más que eso… amigos. Me siento parte de algo.
Padre Poeta: Ustedes son muy modestos al elogiarme.
Byron: Ya empezamos otra vez... (Risas)
Keats: Si usted ya sufrió, ni que sea con la lluvia, hace parte de nuestra congregación. Somos hombres que sienten, que vibran y se deshacen.
Byron: En cambio de una inmortalidad velada usted dona todo lo que de más sagrado posee: el amor, orgullo, dinero, pasión, sueño.
En este momento Keats se ríe. Su cabeza se inclina hacia atrás. Miro a Byron, que me devuelve una mirada indagadora.
Keats: Señores, ¡les propongo un brindis para palabras tan generosas!
Silencio.
Keats: ¿Ustedes realmente van a dejar a un hombre beber solo?
Padre Poeta: ¡Un brindis!
Byron: ¡Qué así sea! ¡Un brindis!
Keats: Un brindis a la noche, a las mujeres bonitas, a los viajes y a lo más importante: a los amigos. Gracias, amigo, por haber venido.
Él pone su brazo en mi hombro
Keats: Tuvimos años difíciles antes de que usted llegara. Sin lugar para palabras o belleza. Sin música.
Byron mira hacia el suelo: cañones y lamento. Cañones y lamento.
Padre Poeta: Pero creo que de ahora en adelante todo va a mejorar.
Keats/Byron: ¿Cómo puede usted estar tan seguro?
Padre Poeta: La amistad y el amor siempre van a prevalecer, mis amigos, siempre.
Me levanto. Dejo monedas sobre la mesa. Abro la puerta. Salgo de la taberna. Ella ahora está llena. Ya no notan mi presencia en aquel lugar. La lluvia sigue fuerte y me pongo la capucha. Por un momento me detengo y siento que dos ojos incrédulos todavía me observan, como si intentaran entender por qué soy tan optimista. Si yo contara ahora, estimado lector, usted jamás descubriría por dónde anduve y lo que aprendí. Mejor dicho, usted no creería.
Creo que tendrá que viajar conmigo… Sonrío y entro en la lluvia.
FIM